miércoles, 11 de junio de 2008

ENTEBBE

Año tras año, cuando se acerca el 4 de julio le pedimos a papá que nos cuente la historia de la Operación Entebe. Cuando éramos más pequeños la veíamos como una especie de cuento, algo triste. Luego admirábamos a su protagonista por haber sido un hombre valiente y porque parece una película (de hecho hay al menos dos películas sobre el tema) y además porque Yonatan Netanyahu se parece un poquitín a papá (a él le encanta que digan que muuuuuuuchooooo pero en verdad no tanto, sólo tienen en común unos rasgos marcados, el pelo oscuro y rizado y quizá ese gesto como concentrado en la manera de mirar).
El protagonista de esta historia, se apellidaba Natanyahu, "Regalo de Dios" si traducimos del hebreo, y su nombre era Yonatan, aunque todos le acabaron llamando familiarmente Yoni, como si fuera una especie hermano mayor. (Y lo fue, de hecho, de Beniamin Natanyahu, uno de los presidentes de Israel y actual candidato por el Likud).

Cuando mi padre era un chaval de mi edad (no me gusta la palabra "adolescente" por que me recuerda a "dolencia") una foto de Netanyahu, recortada de un diario, adornó la pared del cuarto en que dormía.
Precisamente hace hoy 32 años que este hombre murió. Fue en 1976.
Entonces mi padre vivía muy al Norte, en Galilea, en el Valle de Hula, al pie de los Altos del Golán. Ese valle había sido un pantano, y aún hoy, es allí donde las aves migratorias hacen sus pausas en el viaje al sur... En el kibutz la vida era muy sencilla: para un niño de doce años se centraba en el trabajo común del campo, los estudios y el Talmud. Sólo tenían un televisor común, la señal llegaba bastante mal y apenas les dejaban verlo. Las noticias sí.
Dice mi padre que generalmente eran muy aburridas y que además les obligaban a estar callados y quietos y que luego algún mayor les explicaba lo que no entendían, pero que gracias a aquellas noticias tenían acceso al resto del mundo, como si el televisor fuera una pequeña ventana.
En aquel viejo aparato vieron como, a finales del verano de 1972, (mi padre iba a cumplir los nueve años) la violencia terrorista les arrebataba las olimpiadas. Ver las competiciones era algo que les hacía mucha ilusión, sobre todo cuando le tocaba a Israel. Aquel año las Olimpiadas se celebraban en Munich... ¿Y sabeis qué pasó? Una noche un grupo de ocho terroristas palestinos, con las mochilas repletas de granadas y ametralladoras, penetraron en el recinto olímpico dispuestos a llevarse por delante a cualquier "objetivo israelí" que se les cruzara. Moshe Weimberg, el entrenador de lucha, fue su primera víctima. Luego el pesista Joseph Romano. Tres atletas y un periodista lograron escapar en la confusión. Los demás atletas fueron reducidos y llevados como rehenes hasta el sótano. Los terroristas exigían la liberación de más de 200 "compañeros" presos en distintos lugares y un avión para huir a un país árabe. En una película de Spielberg llamada Munich lo cuenta.
Ya en ese momento trágico sonó el nombre de Yoni Natanyahu asociado a estos sucesos porque formó parte de las operaciones que se derivaron del secuestro.
Pero un año más tarde, la cosa fue peor para mi padre: la tele ni siquiera les hizo falta, porque vieron en directo como los cazas sirios MIG 17 sobrevolaban sus cabezas como buitres hambrientos.
Por desgracia tampoco eso era raro.
La habitación en la que dormían en el kibutz era propiamente un refugio antiaéreo y los ataques sirios algo desgraciadamente previsible. Era el precio de vivir a los pies de los altos del Golán.
Pero ese día era, además, un día Santo: el Yom Kipur.
Los jóvenes del kibutz en edad militar siempre volvían por el Yom Kipur. Sin embargo aquel año no les habían dado permiso y por tanto no estaban con ellos. El Rabino farfullaba "Raro, muy raro" hurgándose la barba. Y aquella vieja televisión informaba de lo que ni veían ni querían ver: Los tanques sirios... sus antiaéreos... Aviones israelitas abatidos, hasta cuarenta...
Eso sí que es tener miedo.
Al final de aquel día, el monte Hermon fue conquistado ante la impotencia de la mayoría de los blindados israelíes, que se retiraban.
Miedo.
Los labios de mi abuela pronunciaban solo un nombre: Shlomo.
Shlomo era mi tío, el hermano mayor de mi padre. Al segundo año de emigrar a Israel había muerto en otra guerra, llamada De Los Seis Días. Ni siquiera había conseguido hablar hebreo con cierta fluidez.
El miedo siguió en los días siguientes.
El Rabino reunia a los chicos y les hacía leer una y mil veces un trozo del libro de los Jueces, llamado "El canto de Débora". Mi padre lo odiaba porque el protagonista se llama "Barak" y actua de un modo bastante cobarde, aunque por fin en el relato bíblico, Barak había ido a la guerra y Sísara, el opresor, había sido muerto, aunque no a sus manos.
En esos días de angustia, el nombre de Yoni Natanyahu volvió a sonar entre los comandantes: aquella vieja televisión les ofrecía imágenes algo tranquilizadoras. Israel recuperó y aun aumentó los terrenos perdidos en los primeros ataques.
A esa guerra siguieron malos tiempos, sin llegar a hablar de hambre, si hubo escasez y faltas de ayuda.
Y llegamos al 1976. El año en que Natanyahu ya no fue un nombre más sino el equivalente israelí de Supermán. El hombre que hizo sentir orgullosa a toda su nación.
Cuenta mi padre que recuerda que, como cualquier otra tarde de verano, el 27 de junio de aquel 1976, al terminar de cenar, se les permitió ver la tele. Y como había pasado con los hechos de Munich, lo que oyeron también les crispó:
Aquella mañana, a las 12.30 el vuelo 139 de Air France, un Airbus con 12 tripulantes y 246 pasajeros había sido secuestrado.
El avión había despegado del aeropuerto de Ben Gurion, de la ciudad de Tel Aviv, con rumbo a París, pero, al hacer escala en Atenas, había sido obligado a desviarse de su rumbo en dirección de Bengasi en Libia, donde repostó combustible y despegó dirigiéndose al aeropuerto de Entebbe, Uganda.
Se trataba de un secuestro.
Uganda es un país africano, sito a más de 4.000 kilómetros de Israel. En 1976 estaba presidido por el dictador Mariscal de Campo Idi Amin Dada. El país y su líder daban apoyo incondicional a los secuestradores, cediendo las instalaciones de la antigua terminal del aeropuerto de Entebbe.
¿Para qué querían el avión?
Adivinad...
Munich aún estaba reciente. Todos se estremecieron:Los terroristas exigían la liberación de 53 presos palestinos condenados también por terrorismo y encarcelados en Israel y en distintas ciudades, entre ellas Alemania, Francia, Kenia y Suiza.
Una vez en Entebbe, a los cuatro secuestradores se les unieron otros terroristas internacionales y algunas unidades del ejercito Ugandés. Asi pudieron retener a los pasajeros en la terminal y cercar las posiciones a su alrededor.
Como había sucedido en Munich, Israel se negó a negociar. Además ahora la cosa era de mayor gravedad, porque los rehenes no sólo eran judíos o israelís sino que también había otra gente que podía ser puesta en peligro si Israel intervenía.
Sin embargo un hecho llevó al Primer Ministro, (que entonces era Itzhak Rabin -Sí, ese que luego murió asesinado) a cambiar su criterio y a ordenar un rescate que pasó a llamarse "Operación Trueno".
El 30 de junio, mi padre se enteró a través de la televisión del salón común de que los terroristas habían liberado a los pasajeros no judíos, que pudieron viajar al aeropuerto de Orly, París.
Para los 106 pasajeros judíos que quedaban en Entebbe todos temían la peor de las suertes. Aquella noche rezaron por ellos y también, y en especial, por la tripulación del vuelo 139 que, sin ser judíos ni israelís, rechazaron marcharse. "Justos de las Naciones" les llamó el viejo Rabino.
La "operación Trueno" se diseñó con rapidez.
Los servicios secretos interrogaron a los rehenes liberados no bien llegaron a Francia. De esta manera pudieron saber cosas básicas: cuántos había, de qué nacionalidades eran, de qué armamento disponian, en qué idioma hablaban, cómo vestían, su rutina, y las fuerzas ugandeses implicadas.
Además, una firma israelita había participado en la construcción de las terminales del aeropuerto de Entebbe, de manera que Israel contaba con planos detallados de las instalaciones.
Sobre esa informaron se decidió el rescate mediante un aterrizaje directo sobre Entebbe.
Luego se prepararon los aviones: 4 Hércules C-130, uno de ellos cargado con los vehículos que iban participar en la operación (un Mercedes y dos Land Rover , ya que, según sus fuentes, eran utilizados por el dictador Idi Amin Dada en sus desplazamientos. Más tarde se enteraron que el mercedes debía de ser negro y el que tenían embarcado era blanco. ¡Y ya ves al personal militar aplicando a ultima hora una buena capa de pintura negra) y un Boeing 707 que fue habilitado como hospital.
Los pilotos habían pasado toda la noche ensayando aterrizajes nocturnos con los Hércules en el aeropuerto de Ophira, que está al sur de la península del Sinaí.
Decir que la operación fue apasionante es poco, y describir cómo la vieron mi padre y los demás chiquillos del kibutz es poco menos que imposible porque sobra la emoción y faltan las palabras.
Cuando los aviones volaron a baja altura sobre el canal de Suez para que no los detectar el radar, todos los chavales los pilotaban... Luego el tiempo empezó a empeorar y una tormenta obligó a los aviones a desviarse de su ruta primero y a atravesarla después al llegar al Lago Victoria. ¡Era una hazaña!
Cerca de Entebbe, el avión de cabeza, hizo un giro brusco y enfilo la pista de aterrizaje. Contenía a un grupo de élite: los paracaidistas del Teniente Coronel Yonatan Natanyahu, ya dentro de sus vehículos, con los motores en marcha.
Él y sus hombres formaban la primera oleada de asalto.
Apenas el avión tomó tierra, rodando aún por la pista de aterrizaje, la puerta trasera del avión se abrió dejando salir a los dos Land Rover junto al Mercedes.
¿A que es como una película?
Eran las 23.01 horas del sábado 3 de julio.
El resto de los paracaidistas que iban en el vuelo, tomaron posiciones en la pista y la balizaron con bengalas, para guiar a los demás aviones si los responsables de la torre de control apagaban las luces.
El Mercedes y sus escoltas de Land Rover avanzaban rápidamente por la vía de servicio dirigiéndose hacia la vieja terminal.
En los primeros momentos las tropas Ugandesas tenían dudas al ver ese séquito oficial. Casi enfrente de la terminal recibieron el alto de dos soldados Ugandeses, que fue contestado por disparos de armas con silenciador.
En ese mismo momento Muki, el lugarteniente de Natanhayu, baja con sus hombres y abordan la entrada principal de la terminal: comprueban que estaba bloqueada y se dirijen a la segunda puerta. Allí Muki elimina a uno de los terroristas y entra con el teniente Ammon y un paracaidista más disparando sin piedad.
En ese momento aterriza el segundo C-130 con mas tropas de asalto y poco después el tercero.
Entonces las luces de la pista ya están apagadas y el C-130 es guiado por las bengalas de balizamiento que habían colocado los hombres del primer Hércules.
A las 23.08, solo siete minutos después del primer aterrizaje, toma tierra el cuarto Hércules y despliega sus tropas para recoger a los rehenes.
Entretanto Muki, Ammon y el paracaidista se ocupaban de los terroristas.
Natanyahu, desde el exterior, coordinaba las operaciones y avisaba a través de un megáfono en hebreo e ingles ¨somos de las FDI, no se muevan¨.
La operación era rápida:
El segundo grupo de asalto había conseguido entrar por otra puerta sorprendiendo a los terroristas que quedaban.
El tercer grupo accedió al piso superior encontrando dos soldados ugandeses que fueron eliminados al responder al fuego de estos.
En menos de 8 minutos se había tomado el control de todas las instalaciones del aeropuerto, se había liberado a los rehenes y el cuarto Hércules, preparado para la evacuación y una primera asistencia medica se encontraba a las puertas de la terminal vieja con los motores en marcha e iniciando las operaciones de trasvase de combustible.
Mientras, y según en plan previsto, el Boeing 707 sanitario había aterrizado en el aeropuerto de Nairobi.
Cuando parecía que se tenia el control de la terminal, Muki, el lugarteniente de Natanyahu, salió al exterior para informar a su superior.
Y se produjo la tragedia, el hecho que haría llorar a todo el mundo ante aquella televisión en blanco y negro:
Yoni había sido alcanzado en la espalda por la bala de un francotirador disparada desde la torre de control. Un oficial medico le atendía.
A las 23.52 despegaba de Entebbe, el Hércules con los rehenes dirección a Nairobi. En el avión los doctores realizaban las primeras curas a 7 rehenes heridos. Dos murieron durante el rescate.
A las 0.30 horas treinta minutos después del despegue de Entebbe, el Hércules con los rehenes así como el segundo Boeing que efectuaba misión de control de radio aterrizan en Nairobi.
Allí se evacuó a los heridos según su gravedad, algunos pasaron al Boeing hospital, otros se quedaron en Nairobi ya que necesitaban atención inmediata.
Yonatan Natanyahu había muerto.
La "Operación Trueno" pasó a ser la "Operación Yonatan" en memoria de Natanhayu. "Regalo de Dios" si traducimos del hebreo.

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